martes, 23 de junio de 2015

Panamá: la paranoia y el miedo afectan los negocios de la clase media

En el período post-invasión (1990- presente), el sistema político panameño se ha caracterizado por la alternabilidad en el poder de sus principales partidos políticos, el Partido Panameñista (PA) y el Partido Democrático Revolucionario (PRD), con la excepción de la administración gubernamental 2009 – 2014, en donde el PA permitió a una nueva formación (Partido Cambio Democrático – CD) encabezar el Ejecutivo. Luego de 2 años, esta coalición finalizó con la salida del PA y el control total del gobierno por parte del CD.

Generalmente los partidos políticos de oposición han esgrimido las acusaciones de corrupción, como uno de los principales instrumentos de ataque político contra los gobernantes, ofreciendo poner “tras las rejas” a los corruptos y practicar administraciones transparentes. En la práctica, ocurría todo lo contrario, no se investigaban las denuncias formuladas, y las prácticas cuestionadas se mantenían en pie.  Esta mutua indulgencia dio pie a dos frases ampliamente utilizadas para caracterizarla: “yo no te investigo, tu no me investigas”, con el corolario de que “en Panamá no pasa nada”.

La situación cambió con la actual Administración, liderada por el Presidente Juan Carlos Varela. El Ministerio Publico, la Contraloría General de la República, la Corte Suprema de Justicia y hasta la Asamblea Nacional, han actuado para someter a investigación y castigar a jueces, empresarios, ex – funcionarios de alto nivel y al propio expresidente Ricardo Martinelli. Sorprendentemente, lo que parecía constituir un paso adelante hacia un modelo de gestión gubernamental transparente y apegada a la legalidad, empieza a manifestar deformaciones que afectan principalmente a los pequeños y medianos negocios.

El problema es que los medios de comunicación, en la práctica, han sustituido a las instancias judiciales, en la tarea de juzgar y condenar a los sospechosos de los ilícitos. Esta desviación ha adquirido tal magnitud que la cúpula de la Iglesia Católica se ha visto obligada a llamar la atención. Efectivamente el Cardenal José Luis Lacunza Maestrojuan, en medio de la celebración de la XLV Cita Eucarística, realizada el 22 de junio en el estadio Rommel Fernández, llamó a no”...hacer venganzas estériles y anticristianas, ni de hacer circos mediáticos”.

Los “circos mediáticos” a que se refiere el Cardenal han creado un clima de paranoia y temor que está afectando especialmente a las pequeñas y medianas empresas. Han convertido a todos los panameños en culpables hasta que demuestren su inocencia. Veamos varios ejemplos:

La empresa X que produce ventanas y puertas, con 15 trabajadores de planta, es subcontratada por el consorcio Y, a quien el gobierno anterior le adjudicó la construcción de un hospital. El consorcio Y es considerado sospechoso de haber incurrido en sobrecostos y eventualmente el pago de coimas, razón por la cual el Gobierno actual ha decidido detener los desembolsos y paralizar la obra, hasta que finalicen las auditorias y otras investigaciones. Mientras tanto, la empresa X al no recibir los pagos por parte del consorcio Y (y otros en igual situación) se ha visto obligada a despedir 8 empleados, quedando con 7 y si la situación no se esclarece en un tiempo prudencial, tendrá que cerrar sus puertas.

El “circo mediático” ha convertido al consorcio Y, ante la opinión pública, en culpable de actos de corrupción y las autoridades gubernamentales, aun cuando no encuentren pruebas que demuestren tal acusación, preferirá dar por concluido el contrato y buscar otro contratista, aunque esta dilación conduzca al cierre de pequeñas y medianas empresas. Mientras tanto, el consorcio Y, con ramificaciones internacionales y poder económico, no tendrá problemas en entablar contra el estado panameño un largo juicio para reclamar daños y perjuicios (juicios que generalmente pierden los gobiernos panameños).

El calificativo de “tortugón” dado al gobierno del Presidente Juan Carlos Varela procede, por parte de las pequeñas y medianas empresas, de la lentitud para adoptar decisiones (por ejemplo, que hará a corto plazo el gobierno con respecto del consorcio Y?).

Otro ejemplo, proviene del sector bancario. Aquí actúan dos circunstancias: una externa, las presiones del Grupo de Acción Financiera (GAFI) destinadas a eliminar el secreto bancario del Centro Financiero Internacional (CFI) mediante las leyes recientemente aprobadas contra el Lavado de Dinero y el Terrorismo. Otra interna: la confirmación de que al menos un Banco recibió aparentemente dinero procedente de actos de corrupción (el banco actualmente está intervenido).

En este contexto, los cuentahabientes de larga data estamos recibiendo llamadas de los oficiales para aportar evidencia del origen legítimo de nuestros depósitos, presentar estados financieros y otros documentos probatorios. Los depósitos en efectivo, incluso de pequeña monta, son ahora objeto de minucioso análisis, bajo el supuesto de que somos culpables y nos corresponde demostrar la inocencia.

El resultado concreto es que los trámites bancarios se han hecho engorrosos y encarecido, empujando a la gente incluso a las pequeñas empresas al sector financiero informal, lo cual se refleja en el incremento abrupto de las tasa de interés en este sector (del 10% han pasado al 20% mensual).

Finalmente, podría suponerse que los procedimientos administrativos relacionados con las contrataciones y pagos gubernamentales que se realizan bajo este gobierno están libres de toda sospecha y, por consiguiente, son expeditos. La realidad es otra porque muchos funcionarios, imbuidos del convencimiento de la culpabilidad previa de todos los proveedores del estado,  y temerosos, por consiguiente, de ser engañados en su buena fe, aun cuando los contratos se apegan estrictamente a los procedimientos que establecen la ley y los reglamentos, demoran los desembolsos e incluso procuran no ser ellos los que los legitimen con su firma “para no tener que subir y bajas escaleras” según una expresión común a los panameños en estos tiempos de paranoia y temor.

Paradójicamente, en todas las latitudes y todas las épocas, estas restricciones al pago de los proveedores del estado solo han servido para que prospere la corrupción mediante el pago de coimas para la entrega de los cheques.

Por lo tanto, el estado panameño, uno de los principales promotores de la economía en las últimas décadas, se asemeja hoy a un gran elefante blanco aquejado de dolencias artríticas. Los señalamientos provienen de todos los sectores y la situación ha llegado a un punto crítico. Como siempre ocurre en situaciones similares y, de acuerdo a la teoría del péndulo, no sería nada extraño que se abra paso una tendencia muy distinta, que el dique de contención sea barrido por el imperio de los intereses económicos y las demandas sociales.

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